Desnudos y verdades, la prosa visual de Anailogico

12 Dic 2018 by Axel Hotels

Anailogico es un proyecto de prosa visual que nació en 2013 en Panamá. Cuenta con fotografías de más de 100 hombres y mujeres de todo el mundo. Fotos hechas para ser expuestas junto a textos que parecen sacados de la cabeza de todo aquel que lo lee. Hace unos 5 años que su creador mudó […]

Anailogico es un proyecto de prosa visual que nació en 2013 en Panamá. Cuenta con fotografías de más de 100 hombres y mujeres de todo el mundo. Fotos hechas para ser expuestas junto a textos que parecen sacados de la cabeza de todo aquel que lo lee.

Hace unos 5 años que su creador mudó a Barcelona. El pasado mes de noviembre estuvo en Axel Hotel Barcelona para hacer una sesión en una de nuestras habitaciones. Puedes ver el resultado después de esta breve entrevista que le hicimos.

¿Te gusta Barcelona?

Mucho. De todas las ciudades en las que he vivido es mi favorita. Verás, yo nací en un pueblo de 300 habitantes y en una ciudad muy grande me agobio. He vivido en Buenos Aires, Madrid y París, y las tres son demasiado caóticas para mí. En Barcelona encontré el mix perfecto: tiene partes estresantes, como el centro, pero también tiene pueblos tranquilos, como el barrio de Gràcia. Ah… ¡y además tiene playa!

¿Por qué tu proyecto se llama “Anailogico”?

Hago fotos para escribir. La analogía es una figura literaria que se usa para comparar dos situaciones o palabras. A través de esa comparación surge una tercera palabra. Yo junto una imagen y un texto para generar una tercera idea. Además, el formato de fotografía que uso es analógico y, muchas veces, los textos que escribo solo tienen sentido para mí y el entrevistado/fotografiado, por lo que son un poco ilógicos…

¿Cuándo empezaste este proyecto?

Oficialmente empecé en 2013, con una pareja de venezolanos que vinieron a Panamá. Me escribieron por Tumblr porque querían hacerse fotos. Les dije que sí y terminaron follando delante de mi objetivo. Uno de ellos se metió el puño entero en la boca cuando se vino. Le quise preguntar por qué lo hacía y su respuesta fue: “¿de qué me estás hablando?”. El otro me dijo que en realidad no se daba cuenta, que gemía muy fuerte cuando acababa y como creció en una familia muy católica, cuando se masturbaba en el baño se ponía el puño en la boca para no que no le oyeran. Ahora, a pesar de no vivir en casa de sus padres, sigue haciéndolo.

A partir de esa experiencia me di cuenta de que, en el sexo, en la intimidad, todos hacemos cosas extrañas. Cuando hago fotos, intento retratar cómo es esa persona cuando está sola, cuando nadie la ve ni la juzga.

https://www.instagram.com/p/Bq90lXmAqp1/

u proyecto va creciendo día tras día en Instagram. ¿Crees que esta red social ha cambiado la forma en la que amamos y nos amamos?

Sí, claro. Ahora la gente se ama más a si misma que a los demás. Antes el ego se adueñaba de modelos, actores, jefes… ahora cualquiera tiene el ego subido y es culpa de las redes sociales, que crean la necesidad de satisfacer nuestro ego constantemente.

En las redes siempre mostramos cosas positivas y yo me centro en lo que no queremos contar: el rechazo, el ser reemplazado, el abandono… son cosas que nos pasan a todos y por eso creo que mi proyecto tiene éxito.

Tus anotaciones son tan cercanas que parecen vividas por todo hombre gay residente en Barcelona. ¿Crees que esta forma de amar y tener sexo que relatas es cosa de los hombres gays barceloneses? ¿O son los tiempos que corren?

¡No! De hecho, me siguen muchas mujeres. Las historias que cuento pueden ser homoeróticas, pero uso palabras que remiten a situaciones vividas por cualquiera. No creo que los hombres gays amen diferente que las mujeres lesbianas o los y las heterosexuales y bisexuales.

A continuación, las prosas visuales fruto de su sesión de fotos en Axel Hotel Barcelona.

No me acuerdo la fecha exacta que nos conocimos, pero recuerdo nuestras primeras vacaciones, principalmente porque ninguno había hecho un viaje nunca en pareja. Nunca nos habíamos agarrado la mano en público, ni en nuestro país había balcones donde podíamos estar desnudos, así, siendo quiénes éramos: dos maricones enamorados. Todavía recuerdo los cristales del balcón, eran tan bonitos, te recuerdo a ti vistiéndote aún con el ruido de la calle tan cerca, nos recuerdo llegar un día de lluvia y quitarnos la ropa e improvisar una luna de miel entre esos cristales. Aquí, entre estas cuatro paredes aprendimos a ser libres, aprendimos a que podíamos llegar a una recepción agarrados de la mano sin que nos viesen mal, aquí fuimos tantas cosas, que aún creo que esa habitación de hotel nos acompaña, y qué nuestra felicidad sobrevive al cambio de sábanas diario.

Él yo no sé cómo aprendió a vestirse con una desnudez tan bonita y a odiar tanto su sonrisa en el espejo de la ducha. Él decía que parecía gilipollas, y yo le decía que ojalá los gilipollas tuvieran esos huequitos en los cachetes al sonreír. Creo que él se asustaba de su propia sonrisa, como quién se asusta cuando es demasiado honesto, quizás le habían enseñado a qué era más fácil desnudarse que a ser vulnerable. Quizás había que hacerle el amor tantas veces que sonreír se le convertía en hábito cuando el placer podía más que la vergüenza. Quizás tantos músculos no eran por vanidad, eran para hacer más distancia entre su corazón y todo lo que había afuera, todo lo que podía evitar que sonriera otra vez.